Mar de Fondo: País secuestrado

Por Omar González Moreno

Venezuela es una nación secuestrada por una organización criminal, una organización de narcotraficantes que se ha autoproclamado en el poder.

Así lo dijo Marcos Rubio, el candidato del Presidente electo de EEUU, Donald Trump, para la Secretaria de Estado, durante la audiencia previa a su nombramiento en el Senado de ese país.

Ciertamente, lo que alguna vez fue un país de esperanza y oportunidades, ha sido secuestrado por una banda de bandidos, corruptos, traficantes de drogas y violadores de derechos humanos que ha transformado la vida de los ciudadanos en una lucha diaria por la supervivencia.

La crisis humanitaria que atraviesa Venezuela no solo se manifiesta en la pobreza de sus habitantes, los salarios miserables, el colapso de todos los servicios públicos y el saqueo de sus recursos, sino también en la erosión de la dignidad y los derechos humanos.

Cada día, millones de venezolanos se enfrentan a la dura realidad de vivir bajo un régimen tiránico que los somete por la fuerza que les imponen las cúpulas militares y policiales que forman parte de esas mafias.

La corrupción y el abuso de poder se han convertido en el pan de cada día, generando un clima de miedo que busca paralizar a la sociedad.

Las piedras angulares de la democracia han sido desmanteladas, y el acceso a la justicia se ha vuelto una entelequia.

Los ciudadanos, silenciados por la fuerza de las armas, de todas formas alzan sus voces en un grito desesperado por libertad y justicia.

La migración masiva de venezolanos hacia otros países se ha convertido en un símbolo del anhelo de un futuro mejor, uno que se les niega en su propia tierra.

Todo eso lo explicó con exactitud el senador Marcos Rubio, quien dijo estar decidido a contribuir de manera eficaz a cambiar esa lamentable situación.

Queda claro, no obstante, que a pesar de las dificultades, la primera responsabilidad en esa lucha es de los venezolanos.

El amor por Venezuela pervive en el corazón de nuestra gente, que tiene la primera obligacion de hacer lo que sea necesario para lograr el cambio de gobierno y de sistema.

De hecho, la resistencia, la solidaridad y la esperanza surgen en cada rincón, donde los ciudadanos luchan, no solo por su bienestar dentro del pais, sino por lograr las condiciones para que retornen a la patria los millones de compatriotas de la diáspora que han tenido que salir para poder sobrevivir.

La comunidad international observa y, aunque a veces parecía insuficiente su apoyo, el peligro que representa para su propia seguridad que una organizacion criminal controle un país rico en recursos naturales y con gente bien preparada, los obliga a revisar su actitud.

El caso de Venezuela es un llamado a la conciencia colectiva, a no olvidar a un pueblo que lucha por su voz, su tierra y su dignidad.

La historia de Venezuela es un testimonio del espíritu humano: un recordatorio de que, incluso en la oscuridad, la luz de la esperanza nunca muere.

 

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